lunes, 21 de diciembre de 2009

EL AJEDREZ PERONISTA: LA DESVENTAJA DE SER NEGROS


Dos cuerpos yacían muertos en alguna parte de la Plaza de Mayo junto a un jeep blanco: uno boca arriba; el otro, con los ojos en el cemento y el torso tapado con una bolsa negra. Fueron 300, 400, y hasta miles de muertos y heridos. Años atrás había muerto una mujer. Meses más tarde, barcos de la Marina dispusieron sus cañones hacia la misma plaza desde el Río de La Plata, pero no los usaron. Cada movimiento parecía estratégico, como en una partida de ajedrez. Como si los jaques al rey se sucedieran uno tras otro. Como si la amenaza sobre sus piezas debilitara la estrategia de sus movimientos.

En el antiguo juego, el que mueve las piezas blancas tiene la ventaja de jugar primero, pero el de las negras tiene ese tiempo para tratar de saber la táctica de su oponente. Como en el peronismo, los peones siguen (defienden) a las piezas más importantes; y la dama –o reina- es la que tiene más poder, aunque también debe defender al rey, pues sin él termina la partida.

Miro el tablero y sobre los cuadros las piezas comienzan a moverse. El parecido con la Historia es increíble: la debilidad estratégica de las negras me recuerda a la segunda presidencia de Juan Perón. Él, el rey; Evita, su dama; las torres, la Casa Rosada; los peones, sus descamisados, los “cabecita negra”. Del otro lado los blancos. Adelante, la burguesía nacional, esa que no supo incluir el justicialismo; detrás, el rey católico; el poder de la Marina y parte del Ejército; los partidos políticos agrupados en una oposición antiperonista; más el apoyo de Estados Unidos ya transformada en potencia mundial.

E3; d5; Ab5+… Traducción: el peón del rey se mueve a la tercera casilla; el de la dama de enfrente a la quinta; uno de los alfiles a la línea cinco de la segunda columna por su movimiento en diagonal, poniendo en jaque al rey de las negras. Los ajedrecistas registramos las jugadas para luego revisarlas y no cometer los mismos errores, aprendiendo de ellos. En el exilio, Perón tuvo mucho tiempo para pensar cómo replantear su política.

Si bien la figura del Partido Peronista era el propio Perón, su mujer, Eva, era una pieza fundamental. Sin ocupar ningún cargo político más que ser la primera dama, era la persona con más poder en el gobierno después del Presidente. Su trabajo en relación con los sindicatos, la ayuda a los que menos tenían a través de la fundación con su nombre; el profundo amor por su marido y por el pueblo trabajador, hacían que su oratoria fuera el discurso más poderoso. El pueblo la llamaba “la Dama de la Esperanza”. En esa partida, la dama de los negros, erguida y desafiante, usó una diagonal para jaquear a las blancas.

Había que ir tras la reina. Por el hecho de que tuviera tanto poder, el dejarla fuera haría que la estructura cayera. Más que defensivas, las blancas eran atacantes, estaban seguras de ganar y tuvieron la ventaja de jugar primeras, la suerte estaba de su lado. Un cáncer en el cuello uterino debilitó a Eva Perón. Ignorando lo que la consumía (Perón nunca se lo dijo), tuvo que renunciar a la candidatura a la vicepresidencia dando un discurso en el que le advertía a su marido que la oligarquía vendría por él. En julio del ’52 se apagó la luz de “la señora” y comenzó a caer la imagen peronista, aunque el legado decía que había que amar a Perón como él amaba a su pueblo.

La elevación a santa de Evita y una débil ley de divorcio terminó con la relación entre Perón y la Iglesia Católica. Las diferencias en el ejército se hicieron más evidentes. Los partidos políticos se unieron contra el General. El caballo que comió a la dama también estaba jaqueando al rey de los negros. Los peones ya no podían defenderlo, por eso se movió el. Pero ese mismo caballo también amenazaba una torre y fue por ella, la bombardeó. El 16 de junio de 1955 aviones de la Marina bombardearon la Casa Rosada y la Plaza de Mayo queriendo matar a Perón, pero los muertos fueron otros: gente del pueblo trabajador, un saldo incierto que se calcula en centenares.

El rey les dijo a los peones que salieran a ejercer justicia por mano propia y avanzaron, pero las blancas eran más fuertes. El 6 de septiembre la Fuerzas Armadas iniciaron en Córdoba un levantamiento, y la Marina apostó naves bloqueando Buenos Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud. El 19 al mediodía Perón renunció y se exilió en varios países, entre ellos España. La debilidad de la estrategia y la pérdida de varias piezas hicieron que estando en jaque por la dama blanca, el rey negro abandonara. Cayó haciendo un gran sonido.

Dice el filósofo Juan Pablo Feiman sobre Perón: “Él, que se creía el gran ajedrecista de la Historia, el que manejaba (…) todas las contradicciones, (…) se hunde en la Historia, no ya para manejar las contradicciones, sino para ser una más de ellas”. Más allá de la caída, el pueblo, era en gran parte peronista, por lo que la “tercera posición” tuvo su partida de revancha, pero ese ya no parece uno de ajedrez, y no imagino uno de qué.